Cuando nos diagnostican un tumor en el hígado, el mundo se nos cae encima, el miedo a lo desconocido, el respeto ancestral a esta enfermedad incluso la importancia que se dan los propios cirujanos que operan hígado y páncreas lo acentúa.

Desmitifiquemos la situación y sobretodo tranquilicemos al que padece esta enfermedad.

En primer lugar no todos los tumores son iguales, los hay malignos y benignos. Primarios o metastásicos, únicos o múltiples, etc… Por consiguiente, lo primero que hay que realizar es un exhaustivo estudio del hígado y hoy disponemos de unas pruebas de imagen (como las que presentamos) que nos permiten delimitar con exactitud el tamaño y características del tumor, su localización y vascularización, etc… lo que nos permite tratar con precisión el tumor y sus ramificaciones.

La cirugía dispone en los últimos tiempos de instrumentos cada vez más sofisticados y precisos, que la hacen más segura y radical. A su vez la cirugía laparoscópica, nos permite realizar estas operaciones con menor agresividad y recuperación precoz sin necesidad de poner sangre (en la mayoría de los casos) y el paciente es dado de alta a las 48 horas posteriores a la cirugía.

Dejamos unas imágenes de un TAC